Los negocios del Gordo Nudelman I

LOS ESTUDIANTES DEL FRACASO

-¿Tenés que estudiar y no te podés concentrar? -preguntaba el afiche publicitario a los pasajeros del interno de la línea 106.
El Gordo Nudelman era parte del pasaje, y aunque la publicidad intentaba venderle un fármaco estimulante para la memoria y la concentración, creó gracias a ella una empresa que podría llenar de dinero sus bolsillos, y que, además, le agradecerían los naturistas.
Apenas treinta días después abría sus puertas la “Gran casa de estudios Nudelman”. Ubicada en una importante esquina de la ciudad y con una marquesina en su entrada, que debajo del nombre sentenciaba, -Eso que no podés, lo estudiamos por vos.
Lo que Nudelman había descubierto era que los estudiantes preferían delegar la responsabilidad antes que poner a prueba la propia, desafiándola con estimulantes.
Y tanto no se equivocaba. En el mes de la inauguración llegaron al local más de quinientos estudiantes en busca de los servicios de la casa Nudelman.
La empresa y sus empleados brindaban el exclusivo servicio de estudiar y rendir exámenes en reemplazo de aquellos estudiantes que lo requiriesen a cambio de una suma de dinero. Las tarifas de la casa Nudelman variaban según la cantidad de material a estudiar, la importancia del examen en la carrera del cliente (el último de la carrera era siempre más caro), y lo más importante, el nivel de exposición en el examen.
Los más baratos eran los exámenes a distancia, ya que estos sólo requerían el trabajo de estudiar los contenidos y, realizar y enviar las tareas solicitadas por el docente. Los exámenes presenciales exigían un trabajo más, que consistía en la imitación del alumno que había contratado el servicio, y los orales lideraban el ranking tarifario, exigiendo al estudiante suplente una correcta imitación de la voz, el vocabulario, y la gesticulación del cliente, además, lógicamente de la imitación física, accesoria y lo relacionado con la conducta social.
El plantel de estudiantes suplentes estaba compuesto en un principio por tres amigos de Nudelman: Batata Muñiz, que alternaba el trabajo de estudiante suplente con la conducción de un taxi, el violinista Carmelo Estévez, y Lucrecia Sáenz, ama de casa. Además trabajaban en la empresa, una recepcionista y una maquilladora.
El primer año de trabajo fue un éxito rotundo y el gordo Nudelman se paseaba en un auto importado por los restoranes más caros de la ciudad. Sólo algunos casos presentaron complicaciones. En una ocasión, Muñiz tuvo que reemplazar a un estudiante que estaba en silla de ruedas, y cuando salía de rendir el examen, apurado por ir a cumplir con otro cliente, se olvidó de su papel, se levantó de la silla en plena calle y comenzó a correr a un colectivo que finalmente escapó poniéndolo en evidencia frente al resto de los alumnos de la facultad.
Este episodio, hizo que Nudelman se planteara la necesidad de crear una brigada de asuntos especiales que contaba con estudiantes suplentes ciegos, sordomudos o carentes de alguna parte del cuerpo, todos ellos de ambos sexos(1).
Hacia fines del segundo año, el trabajo creció exponencialmente. Muchos alumnos acudían a la casa Nudelman para ser reemplazados en sus exámenes, y el plantel de empleados ya no daba abasto. Se contaba ya con más de cincuenta estudiantes suplentes, y a pesar de eso, no alcanzaba. Para colmo, se hacía difícil conseguir nuevos empleados, ya que muchos de los postulantes que conseguían entrevistas para trabajar en la casa Nudelman, eran a la vez clientes, y no aprobaban un examen en forma genuina desde tiempo atrás.
Ante la demanda imposible de satisfacer, el gordo Nudelman decidió implementar un nuevo procedimiento. Aquellos exámenes para los que no les alcanzara el personal, los comprarían. Entonces el gordo Nudelman contrató punteros que arreglaban con los profesores de las materias que los clientes tenían que rendir, y por una suma de dinero resultaban automáticamente aprobados.
Nudelman se dio cuenta que podría prescindir así de casi todo su plantel, y sólo quedarse con los punteros. Ahorraría fortunas en impuestos y salarios. Además no necesitaría más un local imponente.
La gran casa de estudios Nudelman se mudó entonces a un pequeño local dentro de una galería comercial. Desde allí, la recepcionista, operaba telefónicamente con los punteros, y les pasaba la información necesaria para que ellos hicieran el trabajo.
El gremio docente se encontraba conflictuado por la situación, pero peores eran los conflictos económicos que tenían antes de la implementación de este nuevo sistema de evaluación. Fue entonces que se dieron cuenta de que podían aprobar a los alumnos a cambio de un monto determinado de dinero, cobrando lo mismo que la empresa de Nudelman, pero sin el intermediario. La máquina que Nudelman había creado, lo estaba dejando fuera del negocio.
Cinco años, dos meses, y algunos días habían pasado desde aquel lejano brindis de inauguración y el sueño había terminado.
El local de la galería todavía exhibe en su vidriera un cartel de alquiler.



(1)Se aclara que los integrantes de la brigada de asuntos especiales no tenían que poseer los dos sexos, si no que por cada particularidad, había en el plantel, un hombre y una mujer.

2 comentarios:

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  2. Grosso Nacho!!! ¿Dónde puedo leer tus nuevas creaciones?
    Salute!!!

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